LA BIBLIOTECA…©

Cada cierto tiempo construyo y destruyo mi biblioteca. Es como un lego que trato de componer y descomponer continuamente. Hago castillos en el aire y los derribo cuando creía haberlos terminado. Tener libros escondidos en los lugares más insospechados de todo el hogar es tan gratificante como saltar de callao en callao, mirar debajo de los charcos que se forman, y descubrir la diminuta vida que brota bajo su peso. Así son los mundos que están regados debajo de cojines, encima de la mesilla de noche y hasta en los huecos entre el azulejo y la alacena de mi cuarto de baño.
Cada poco tiempo las pilas de semanarios, revistas, suplementos y hasta diarios atrasados forman un pedestal que corona el volumen de hojas, completamente subrayadas bajo las líneas, con esa tinta negra de bolígrafo de bola, que tantas veces dibujo al reflexionar por escrito.
Es caótica. Sí. Nunca me gustó el orden alfabético, temático o incluso la clasificación cromática de las cubiertas. Los ejemplares están anotados, con las puntas de las laminas dobladas huérfanas de marcalibros y las huellas de mis dedos impresas en sus lomos, como cabalgaduras desplomadas por los huracanes, que se desatan de vez en cuando en mis sueños.
Sobre un estante reposan sin orden ni concierto todos los intereses creados a través de los años y que suenan a partitura entrecortada por silencios elocuentes. Varían la brújula del dedo corazón apuntando al cielo, o al infierno, tan curiosamente hambriento de cultura como los ojos que recorren ardientes la piel de los seres que me rodean. Y cuando regalo un libro lo desprendo del tronco, porque sé que el árbol enclaustrado me lo devolverá la próxima primavera envuelto en una cinta color del arco iris, dentro de su bolsita de regalo, con el mismo mimo y desprendimiento con que yo lo hago.
La inestabilidad y movilidad de una colección particular de publicaciones heterogéneamente seleccionadas indica la volatilidad indecisa de una curiosidad siempre insatisfecha.
La vivienda de mi amigo Domingo Martinez de la Peña es como una hemeroteca, una biblioteca y una pinacoteca autofabricadas y entrelazadas por una personalidad atraída constantemente hacia la cultura.
Cobijados bajo una erudición exquisitamente expuesta, derivamos la conversación a leyendas indígenas mezcladas con hechos ciertos.

«LAS ANDAS DE LA VIRGEN»

Cuenta la leyenda, y lo afirman los historiadores, que desde que se descubrió la imagen de la Virgen de Candelaria, que no es la actual, arrojada por el mar, quizás en algún naufragio, y depositada, a lomos de oleajes, en alguna cueva de Güimar, los guanches la adoraron y la ocultaron para su devoción. Tuvieron desde tiempos de la conquista y no sin muchos pleitos, controversias y desprecios, esa prerrogativa de cargarla sobre sus hombros los notables indígenas y sus descendientes. En varios lugares sucesivos se fue conservando el bastón, con empuñadura que había ido tornándose en plata. Permaneció invariable esta tradición hasta casi nuestros días. Era todo un linaje directo ininterrumpido pasado de mano en mano, de generación en generación. Un orgullo heredado y una responsabilidad. Esta vara de distinción y respeto, de entronque directo con una cultura propia y signo de prestigio se fue endureciendo y petrificando como un pedernal sin el fuego.
Los padres dominicos establecidos en la basílica, nunca supieron distinguir dignamente este rústico cetro y lo arrinconaron en un arcón olvidado dentro de su convento. La especial dedicación inicial franciscana se convirtió en desidia y dejadez.
Las andas de la virgen se convirtieron en ruedas de caucho y la preeminencia del linaje se fue perdiendo en el olvido por unos y otros. La composición mágica y espiritual fue sustituida por el romántico folclorismo y la devoción, sin ningún sentido de integración, como lo fue en un principio.
La pureza del rito y el simbolismo del acompañamiento se mistificó con alpargatas, saltos ridículos y pieles de oveja con taparrabos. Se destrozó un encuentro etnohistórico convertido en romerías mercantiles y lúdicas, peregrinajes que ya recorren los caminos más fáciles sin el esfuerzo de antaño.
Es inexcusable revelar que todo cuanto escribo son disquisiciones totalmente personales producto de un encuentro.
La biblioteca de mi casa se desperdigó sujeta a los vaivenes de la temporalidad, los cambios de ubicación y las aficiones sucesivas siempre cambiantes. La monografía ubicada en un cerebro nunca fue mi fuerte. Se sucedieron los misterios de las catedrales, el románico robusto, la egiptología como edificio estructurado e inamovible de un mundo fallecido por agotamiento, el renacentismo vivo y abierto, la historia desgranada en relatos de genealogías humildes o encumbradas, la evolución constante del hombre como especie, la contemplación y degustación del arte plástico, el estructuralismo, los apuntes de dibujos imposibles, la novela histórica como apoyo, las críticas musicales y los tomos de catálogos antiguos para exposiciones de pintura tan queridos por mí, la antropología social y los poemarios perdidos en librerías de viejo…
Novela, bestseller nunca se contaron entre los pilares de esta pirámide imaginaria. No los necesita porque se edificó con la sillería de bloques nada monolíticos.
Toda esa amalgama de información formó un poso indeleble en ese cuenco receptivo a todas las influencias que es el tórax. Porque los libros se hojean con el pecho y se deshojan con la mirada fija.
Siempre recordaré que la hermosa biblioteca de Alejandría se fraguó en milenios y se destruyó a si misma en la incultura de unos pocos años.
Edificarla nuevamente supone desembocar en un Nilo particular caudalosamente vivo.
Bibliotecario de mi propia existencia salí tras charlar con Domingo llevando un nuevo ejemplar para andar entre sus archivos.

José Félix Sáenz-Marrero Fernández.
finales de Agosto de 2014.

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( imágenes de la nueva Bibliotheca Alexandrina. Egipto. Arquitectos : Snøhetta, Craig Dykers, Christoph Kapeller, Kjetil Thorsen. Construida en: 1995-2002 ).

4 comentarios en “LA BIBLIOTECA…©

  1. Dices así y dices bien: «La biblioteca de mi casa se desperdigó sujeta a los vaivenes de la temporalidad, los cambios de ubicación y las aficiones sucesivas siempre cambiantes». Tus palabras me recuerdan un bello poema de mi gran maestro Lanza del Vasto (Le Chiffre des Choses, Damasco, 1939), que siempre llevo conmigo:
    QUATRAIN DU VENT

    Tengo mi casa en el viento sin memoria
    Tengo mi saber en los libros del viento
    Como el mar tengo en el viento mi gloria
    Como el viento tengo mi fin en el viento.

    Tu texto es un edificio magnífico, una gran biblioteca que lleva el viento de un lado a otro. Un legado de profundidad y enorme calado emocional. Gracias.

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  2. No te puedes imaginar como disfruto leyéndote, me atrevo a decir siguiéndote. Como en ocasiones te he dicho, y creo haber echo público… Aquel personaje postrado ante aquel mostrador de buena madera con su repasable, ordenada e íntima agenda. No se si el respeto o la discreción nunca me permitió transmitírtelo, pero lo cierto es que siempre pensé que aquel «impecable anuario artefacto» tenía que esconder a un tipo genial que luchaba con el desorden con su más personal caja de Pandora… Su agenda.
    El tiempo me ha dado la razón, aquel entrañable señor y su agenda escondían a un humilde genio escondido entre sus cosas y huyendo de su no se sabe qué.
    Me alegras la existencia.
    Gracias.

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