LA PENA DE IRAK… ©

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( poema 23 )

» Voy al sur
Contemplo los lugares de mis antepasados
¿Cómo hicieron para que esta tierra se convierta en cuentos?
¿Y cómo la dañamos con el olvido?
POEMAS DE LA IMAGEN (Khazal Almajidi)

La pena de Khazal es mi propia pena. En la página literaria «La Nausea» encontré la reflexión que me faltaba en forma de poema. No conocía a Khazal Almajidi, poeta, dramaturgo e investigador en ciencia e historia de las religiones y las civilizaciones antiguas. Hay veces que cuatro estrofas en marcha, como pañuelos agitados desde la ventanilla de un tren, parecen abarcar un horizonte desolado por las mareas de la destrucción demoledora. Saltar de la ensoñación y la fábula, de la historia remota al paisaje desvencijado por ese olvido final, es un hermoso oficio. Sentir la poesía en el desierto de la desolación da profundidad a esta noble misión.
Patrimonio, civilización, cultura… mitos y leyendas esculpidas… fabricadas, erigidas unas sobre otras con la petrificación y el sedimento del tiempo… no serían mas que palabras huecas y abstractas, sin una comprobación «in situ». Por eso Nie Brown se apoyó en el pasamanos de un vagón que traqueteaba renqueante por una llanura pedregosa sin el menor asomo de vida.
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En búsqueda de un extraño «clavo de fundación» votivo. Embebido entre las comisuras de las piedras, dentro de las fisuras de los pedazos de adobe machacados por las patadas de los soldados, donde algún alacrán deposita unos huevos que se fosilizarán con el tiempo… allí, justo donde un grano de arena es capaz de mellar la hoja de un cuchillo de montaña. En la argamasa podrida de un templo dedicado a Uruk que se desparrama descabezada por los siglos.
La sed se cebó en la garganta del arqueólogo y antropólogo británico. Tuvo que apurar un té hirviendo en el estrecho bar del ferrocarril. No pudo suministrarse de cerveza, ese placer fermentado de las ciudades y que todavía reposa en cuencos a pesar de los hachazos de la religión invasora.
La llegada a Al-Hilla, la población más cercana a las ruinas de Babylon fue todo un acontecimiento. Barro y más barro, arcilla espesa entre los dedos de Nie. Vendavales de cálidos efluvios hacían flotar partículas de oro, y una atmósfera evanescente maduraba los ladrillos apilados, rejuntados, aparejados… con la plomada y el aplomo de los maestros.

¡Qué «ladrillos del destino» fundaron Etemenanki(*) el zigurat arrasado y vuelto a erigir, torre vigía de enfrentamientos, pozo de sabiduría celestial!.
Anotados en un cuadernillo cosido con hilo, en su escondrijo de lagartijas y huesos, la noche astrológica del mago apuró la mano femenina para dejar un pedacito del cuaderno íntimo, que llegó hasta morir en El Cairo.

«La noche se desliza por las estepas,

Las manos de las nubes pasan por el horizonte

Y las tinieblas duermen,

En impresionante calma,

Bajo las alas del silencio.»(**)

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Robaron el alma de los pueblos… profanaron sus sepulturas… se rieron de sus dioses en un martirio incesante. Doscientas mil estampas de vidas sepultadas y recobradas del olvido volaron como una explosión de dioramas encerrados en jaulas… poco más de diez mil regresaron a cultivar el aceite del misterio. La nueva «placa de fundación», haciendo de notario, describía en la construcción fechas descifradas del cuneiforme, nombres de monarcas y magos, firmas a golpe de martillo de arquitectos y maestros geómetras de la cultura.
Nazik depositó un poema justo donde los besos no llegan, al pie de la pirámide que, escalón tras escalón, le conducían hasta el país de Sumer.
El trozo de papel cuarteado por los rayos subió en una espiral increíble, pirueta de petróleo incoloro, donde la ingravidez deshoja el sudor en gotas de rocío húmedas de amaneceres.
Un laberinto de dunas envolvió el pantalón del rebuscador de estiletes y tablillas, derramando sobre el polvo de las rocas fragmentos de rapsodias nocturnas:

«Me siento, entregándome a la calma de la noche,

Contemplo el color de las tristes tinieblas,

Lanzo mis cantos al espacio

Y lloro por todos los corazones ingenuos. (**)

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Los naranjos, las higueras, el trigo y el centeno, el corazón de Nie, la pluma de Nazik… todas las mil y una noches se confabularon para arrojar al fuego cualquier vestigio de amor.
Recuerdo en los ojos de Nie Brown los destellos de mis propias desapariciones por las calles del barrio. Es el mismo barrio que hace 5.000 años veía acumular los excedentes de las cosechas. Mi pequeño huerto del Toscal aún no había soñado con ser engendrado, pero ya acumulaba los abandonos necesarios para ser moneda de cambio.
El expolio sigue aún hoy en día… sean talibanes, sean ejércitos del estado islámico, ladrones de tumbas, turistas desaprensivos, jemeres rojos, traficantes de arte, explotadores de recursos o especuladores de la historia… la barbarie no cesa.

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Ya en Bagdad, Nie y yo abrimos el cofre de nuestros infiernos y el temor de nuestras vicisitudes. Con la tenue luz de una llama como telón de fondo transfigurando nuestros rostros, nos miramos recreándonos en las palabras de Nazik:

«El destino pregunta quién soy.
Yo soy como él, un gigante que cubre las edades
y vuelve a darles vida.
Yo invento el pasado lejano
desde la cómoda seducción de la esperanza
y lo vuelvo a enterrar yo para inventarme un nuevo ayer,
su mañana de hielo.» (***)

El diwan, como un rosario deslizándose cuenta a cuenta, río Eufrates abajo, rumoreaba en nuestros oídos la transgresión formal de la poetisa con su métrica libre, con sus oídos sordos… con su ceguera al olvido.
Cuelgan ahora los jardines de las nuevas culturas verdes. Pero la hidra de la guerra, de la sinrazón, de la incultura… del fanatismo del hombre ha nublado las lágrimas de Isthar, nuestra diosa común.
Nie vino a ver mis callejones llenos de ira, de rabia en spray, de desgarros urbanos. Y mirándome susurró:

«La noche pregunta quién soy.
Yo soy su intimidad insomne, profunda y oscura;
yo soy su voz rebelde.
Complazco mi realidad con el silencio e hilvano mi corazón con la
duda.
Y sigo aquí triste, volviendo los ojos, mientras los siglos me preguntan
quién soy.
El viento pregunta quién soy.
Yo soy su espíritu confuso al que niega
el tiempo.» (***)

Así nos despedimos en un delirio profundo.
Cuando me apoyé en el muro más cercano, sentí como goteaba una sombra de sangre. La savia humana que revivirá y germinará siempre con el tiempo.

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José Félix Sáenz-Marrero Fernández

1/3/2015 (deambulando de madrugada entre bárbaros pensamientos)

Notas:
(*) Etemenanki:

Traducción del árabe: María Luisa Prieto; Título: «Nocturno».

(*), (**) Nazik Al-Malaika. Del poemario: Enamorada de la noche (1945)
Título: «Nocturno». Traducción del árabe: María Luisa Prieto.

(**) Nazik Al-Malaika. Del poemario: Enamorada de la noche (1945)
Nocturno.

(*), (**) Nazik Al-Malaika. (Bagdad, 1923- El Cairo, 2007) Del poemario: Enamorada de la noche (1945)
Título: «Nocturno»
(fragmento del poema Yo del poemario «Astillas y Cenizas» de 1948)

(***) Fragmentos del poema «YO»
Nazik al Malaika, poeta iraquí, Astillas y ceniza, 1948
Traducción de Manuel Jiménez Lucena

Imagen:
– La torre de Babel fechada en 1587, de artista flamenco anónimo, tabla (39,4 x 51,2 cm). Kurpfälzisches Museum de Heidelberg. Atribuida a la escuela de Lucas van Valckenborch.